¡QUÉ SE VA A CALLAR!

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    En los primeros días de enero, en la siesta del verano se murió Eraclio Catalín  Rodríguez . Va de suyo que  la mayoría de Uds. no deben  saber
    a quién me refiero. Fue  un gran poeta y músico. Generalmente ninguneado porque era de origen indio- del chaco santafesino  y por ende pobre
    por solemnidad .
    Esta carta de presentación enmudecería  cualquier   cenáculo “psico bolche” diría Charly García.


    En épocas que los mimados de la crítica literaria y los músicos “bian” no llenan ni un micro de  barrio “disti” ,a este gordito petisón  le quedaba chico
    el Luna Park o el Obras Sanitarias y en Cosquín para verlo tenía que ser a puro codazo. Es que para ser un gran poeta no se precisan estudios
    terciarios. Tampoco  una gran voz para frasear al viento  las rimas de la vida muchas veces  escritas en algún papel de cortesía. Se precisa nada
    más ni nada menos que  llegar a la gente; ser su voz y tener bruto ángel. También mucho coraje para componer y cantar nada menos que  en 1972,
    el  tema que toca de costado el título de esta nota.

    Los gaitas dirían terribles cojones había que tener para liberar un canto orejano contra los totalitarios de siempre de uno y otro lado; entre la triple A,
    López Rega  , los Monto y demás nenes de pecho.

    Jorge Cafrune,  otro fenómeno del folclore, era gran  músico y más “leído”  que el gordo. En términos futboleros el barbudo  era un diez; así como
     Alfredo Zitarrosa  un nueve todo terreno; un Johan Cruyff   de la milonga .

    Eraclio era como el Tito Goncalvez; un cinco  de a pie.  De imponente presencia en el escenario y mal que les pese a muchos,  un gran poeta popular.
    Era  la voz de la gente;  “un gorrión de los humildes” como remite su canto. 

    Su oscilante pensamiento político   fue mayormente peronista, definición  que para un oriental es como decir un ateo católico manya y bolsilludo.
    En épocas post  Beatles , ya pasando la  era Sui Generis, fui a verlo un par de veces de joven sin hacer mucha bulla porque era considerado
    " terraja " por la intelectualidad.

    Si le decías a alguna minita “progre” que te gustaba el gordo era como decir que eras un lumpen en términos del Marx menos gracioso, el tal Caritos.

    Yo que  espiaba al petiso de contrabando, puedo afirmar que este cantor  llenaba estadios de fútbol y la gente vivía un paroxismo cuando lo escuchaba.
    Su presentación era una suerte  de show de estilo  divo  rockero,   dónde  las mujeres gritaban desaforadas y el  pobrerío se sentía de parabienes
    cobijado por su gola.

    Allí el petiso cantaba, hablaba, filosofaba, opinaba, se reía, se emocionaba, gritaba hasta desaforado con la complicidad de su pueblo; el  mismo
     que lo bancó en las épocas difíciles en sus giras por el interior de Argentina.

    Alguna vez Bertrand Russell dijo que uno de sus deseos era ser amado por la gente, y este gordo se empachó de cariño a lo largo de toda su carrera.

    Aclaremos  que su auditorio no era gente de traje y gomina; había que ir vestido de pobre para escuchar su poesía sin sobresaltos en la popular.
    Y como  a esta altura de la vida me importa un carajo lo que la cátedra considera “terraja” o “disti”; créanme que este gordito barbudo;  cantor de
    cantores  fue enorme en toda su expresión artística.

    Gracias Horacio Guarany por tu poesía de vida.

    Ya en esta nueva gira te  imagino cantando en algún boliche.

                                              “Soy jinete de la noche

                                               voy galopando hacia el alba.

                                               Ando lejos de mi tierra

                                               por no vender mi guitarra”

    Y yo te aplaudo de pie … viejo guitarrero.