GÉRARD Y SU PANDILLA.

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El profe Gérard Delos era petisón.  Un morocho mechón de pelo peinado a lo  “lamida  de vaca” le surcaba la frente. Había tenido un accidente presuntamente  en la guerra de Argelia y un incendio le quemó parte de su cuerpo, especialmente las manos. Seguramente, había perdido sensibilidad y movilidad .Por ello tomaba la tiza de una forma peculiar, con todos los dedos, tipo puñado, lo que  me recordaba hace unos días Raúl, quien por entonces era mi compañero de grupo.  

Sus clases eran magistrales. Sus palabras se filtraban a través del humo de unos habanos tipo “petardo” que fumaba sin desmayo. Tuve la suerte de tenerlo dos años de profesor de lengua francesa y literatura. Allí comencé a conocer a su pandilla. Primero vino Alphonse Daudet que le narraba a sus amigos parisinos  las costumbres de su  Provenza, a partir de la compra de un molino. “Un molino harinero de viento, sito en el valle del Ródano, en pleno riñón de la Provenza, sobre una ladera poblada de pinos y carrascas; estando el susodicho molino abandonado hace más de veinte años é inútil para moler, por efecto de las vides silvestres, musgos, romeros y otras hierbas parásitas que trepan por él hasta las aspas” (1)

Este molino de palabras (2) de tradiciones orales, estaba muy lejos  de París y al mismo tiempo singularmente conectado con esta  ciudad. Estos  cuentos -que comienzan con la compra peculiar del molino-,  fueron concebidos en forma independiente. Y cada uno de ellos trata temas disímiles rescatando las anécdotas de la campaña francesa. Así se describe el momento en que  los molineros se trasmutan en conejos,  o  se dibuja  desde la  ironía  un clásico  adulterio;  también  se  narra  cuando  la industria citadina desplaza a  la creación artesanal,  y  se cuenta la historia muy singular de una cabra que termina encontrándose con el clásico lobo. Son relatos frescos, de personajes simples, sin caricaturas, pero de un detalle exquisito que atrapa al lector en una jaula de realismo costumbrista.

-Reíte, Bengoa.¡ Si siempre te estás riendo! Pero no sabes cómo nos reímos  de vos los profesores en el último  Consejo de Clase. Ni sueñes que yo, Gérard Delos,  te vaya a dar la satisfacción de echarte de mi  clase para que   vayas a vagabundear. Y te aclaro; tenes una semana para memorizar este poema de Víctor Hugo. Te voy a tomar el recitado. Trata de que no sea un mamarracho como la última vez que destrozaste al poeta Paul Verlaine. ¡Ah! me olvidaba. Acá tenés tu dictado. Te lo corregí a fondo. Me debes una lapicera roja. Y ahora;  “ dégage toi”.    

En dos años nunca me echó de su clase el franchute. No pude realizar mi  número de escapismo hacia el vacío primero y luego a la biblioteca.  Es que ya me habían empezado a tirar las letras y en mis expulsiones  reiteradas me juntaba con Dumas, Verne y también Asterix… porque no todo en la vida debe ser formal.

El segundo miembro de la banda se llamaba Víctor Hugo. El extracto del poema que me tuve que memorizar fue “La Expiación”. Siempre fui un desastre para la memoria repetitiva pero este tipo con  dos nombres comunes,  si que era un “grosso”. Este texto fue narrado por un Victor Hugo ya al filo de los cincuenta años,  y forma parte de su obra : " Les Châtiments " (3) . Tiene los coletazos del exilio; su postura frente a la guerra y el horror que ésta desata. La retirada de Rusia es una épica de la derrota. Del dolor. Los que saben de literatura plantean un símil entre la estructura de sus versos sin estrofas y un ejército en movimiento.

Ese  sentimiento impudoroso de ser vencido, podría sintetizarse en la descripción del mismo  Napoleón, cuando Hugo detalla “ Por primera vez , el águila bajó la cabeza”. Yo tendría catorce años cuando empecé a leer de costado el texto. Hasta medio abatido-desde mi ignorancia-  por tener que memorizar tanto palabrerío.

Y sucedió lo que suele pasar cuando se lee a un espíritu superior. 

En un momento miré hacia el costado y vi a mis compañeros del ejército francés al tranco en la oscuridad; entre la nieve y el fuego de Moscú.  Primero presencié  cómo la escarcha del hielo se asentaba firme en los bigotes de mis amigos.  Luego sentí escalofríos al verlos  heridos por doquier,  marchando  a mis flancos, con la resignación de su anunciada  muerte. Y  todo ese sentir desolado era acompañado por una inmensa mortaja de cielo negro  que cubría nuestro ejército.  Un pasado de gloria sepultado por la miseria del presente; cuando  "no teníamos pan y fuimos descalzos". 

Y nevaba, siempre nevaba.

Ya me llamaba la atención la presencia  en mi Club de Fotografía, de algunos delincuentes seriales  de esta clase. Ahora veo qué hacían. Me sacaron una foto de contrabando. Y hoy los cretinos  la colgaron con esta leyenda dedicada a su profesor Delos;  “ Recompensa diez mil francos. ¡Cuidado, sujeto muy peligroso!.”   Aunque no lo crean tengo una doble satisfacción; primero porque no salí nada mal en la foto y segundo porque por Jesús ofrecieron bastante menos dinero. Y esta clase se terminó. “¡Allez les gars!”.


Era un día primaveral cuando Gérard nos presentó a su tercer amigo.  Un tal Eugene Ionesco. La obra era “Rinoceronte” escrita   a fines  de los cincuenta del siglo pasado.

"Lo importante entender es que Rinoceronte parte de una experiencia vivida y personal, por que Ionesco fue testigo del asentamiento del fascismo en Rumania y él vio como su padre se transformó en fascista, entonces la obra trata el tema de la transformación y el autor toda su vida sufrió al ver estas transformaciones, como el hombre podía transformarse en un ser terrible, por lo tanto se plantea cuestionamientos sobre el tema de la humanidad y por ello eligió el rinoceronte como animal, porque es un animal arcaico, con orígenes muy antiguos, que pareciera que no tuviera vida a primera vista y que despierta una gran seducción".(5)

A partir de la aparición de un rinoceronte en un pequeño burgo, sus pobladores se van transformando en esa bestia. Un contagio irresistible de metamorfosis humana,  que denuncia los totalitarismos. Una crítica por el absurdo del  nazismo y sus primos hermanos; el fascismo y el comunismo. Salvo uno de los pobladores todos los demás aceptan  con resignación  el avasallamiento de sus vidas.

Años más tarde, cuando el Uruguay quería escapar de la dictadura militar hubo un debate de excepción previo al plebiscito de 1980. Defendiendo el voto contra la constitución totalitaria que proponía el régimen estuvieron dos gladiadores.  Me refiero a los doctores Enrique Tarigo y Eduardo Pons Echeverry .

En un momento del acalorado devenir del debate, Pons con fina ironía,  le expresó a su contendor el Coronel Bolentini; “ No va a haber nunca un divorcio entre las FFAA y los civiles porque siempre hay civiles que aceptan la supremacía. Habrá civiles que no la acepten, pero hay civiles que la aceptan. O sea, recordando la pieza de teatro de Ionesco, siempre hay rinocerontes, siempre.  Por consiguiente, el gobierno militar no se va a ver aislado de los civiles, porque siempre hay rinocerontes.”(5)

Y yo ese día pude escuchar  como Delos me decía al oído ; “¿ viste, delincuente para qué te sirve la literatura ?”.

Han pasado más de 40 años. Nunca más supe un ápice de la vida de Gérard Delos. En realidad  sé de él  cada tanto,  porque el tañer  del recuerdo me trae  las vivencias que compartimos.

Me lo imagino en una playa, lejos del mundanal ruido. Fumando su   puro al viento, y escuchando al trovador  Georges Brassens.  Arropando la nostalgia  con   sus clases magistrales  y de telón…  mi   risa   que le oficia  de contrapunto.

                                                                                                                 ooo

(1) www.elaleph.com/vistaprevia  

     www.espacefrancais.com/alphonse-daudet-les-lettres-de-mon- moulin.

2) Alphonse Daudet la tradición oral fábrica de cuentos de María Vicenta Hernández.

3)  L'expiation, Victor Hugo, Les châtiments, 1851-1852 - Commentaire ...

https://www.ladissertation.com › Archives du BAC › BAC Français

4)  Palabras del director teatral Emmanuel Demarcy-Mota (www.el mostrador)

5) www.espectador.com/politica/199757/a-30-anos-del-plebiscito